Abróchense los huipiles porque la séptima temporada de La Más Draga arrancó con una pasarela que ya dio de qué hablar: la Guelaguetza. Un reto que no solo se trataba de bordados, flores y coreografías regionales, sino de entrarle a lo profundo de la cosmovisión oaxaqueña. Y ahí, entre lentejuelas, plumas y tacones, las serpientes se robaron la pasarela.

No como cliché, sino como símbolo vivo de una tradición que no necesita traducción: La serpiente es poder, es origen, es agua y tierra enroscándose en un mismo gesto. Las serpientes se conectan con “Bani Stui Gulal (Repetición de lo Antiguo)”, ese espectáculo que cada año revive el origen de la Guelaguetza, y que funciona como antesala al festín principal en Oaxaca: Encarnar la memoria de pueblos que llevan siglos contando sus mitos en textiles, danzas y glifos.

La serpiente como bordado y como grito ancestral

En la tradición mixteca, la serpiente conecta con Mixcoatl, la Serpiente de Nube que habla de la lluvia y de los dioses que dan vida a los Ñuu Savi, el pueblo de las nubes. También con el Yahui, la Serpiente de Fuego que desde códices hasta bordados contemporáneos evoca la guerra, la deidad del fuego y la fuerza de la supervivencia. Cada que una feminosa portaba esta criatura, se colocaba en línea directa con los códices de sus ancestros.

TE PODRIA INTERESAR: ¿Cuando es la gran final de La Más Draga 7?

En la tradición zapoteca, sobre todo en la Sierra de Yalálag, la serpiente es identidad y resistencia. Sus huipiles la llevan como recuerdo de la conquista, como símbolo de lucha y también como un emblema de dignidad que no se rinde al olvido. Es literalmente llevar puesta la historia de un pueblo que sobrevivió a guerras y borrados culturales. La serpiente coralillo tiene una presencia cultural significativa, como se ilustra en la leyenda del traje de la mujer yalteca, donde una serpiente negra se enreda en su cabeza para formar el tocado del huipil.

Y en la cosmovisión mixe, la serpiente es familia. El mito de Kondoy —héroe nacido de un huevo de serpiente de maíz— convierte a este animal en protectora, hermana y origen. Aquí, las serpientes no son amenaza, son vínculo. Cada curva de esos textiles es memoria de que lo sagrado puede nacer del maíz y reptar con el mismo respeto que se le tiene a la tierra.

Del mito a la pasarela drag

Lo que vimos en La Más Draga 7 no fue casualidad ni simple ocurrencia de las feminosas. Fue un recordatorio de que la moda drag también puede ser archivo viviente, que cada peluca cargada de serpientes no era un statement fashion sino una cita directa a códices y bordados de regiones enteras. Al reinterpretar la Guelaguetza con este ícono, estaban reescribiendo el mito en clave queer.

La serpiente, que en algunos contextos se ha cargado de miedos occidentales, aquí se resignifica como emblema de fertilidad, de agua, de fuego, de lucha. Y el drag, como siempre, hace su magia: convierte ese símbolo en performance, en espectáculo, en acto de resistencia que honra al pasado mientras se baila con el presente.

La Guelaguetza como espejo drag

La primera pasarela dejó claro que La Más Draga 7 no vino a jugar. No se trata solo de desfiles vistosos, sino de preguntarse qué significa traer a escena la Guelaguetza, qué implica portar símbolos ancestrales en un formato masivo de entretenimiento. Esta temporada abrió con un statement poderoso: el drag no se queda en lo pop, también dialoga con lo ancestral. Y la serpiente, desde la nube, el fuego o el maíz, seguirá reptando entre bordados y tacones, recordándonos que la cultura oaxaqueña no se mira desde lejos: Se encarna, se celebra y se defiende.

Checa el episodio completo de La Más Draga aquí:

Autor