En un pequeño pueblo, durante la cena de Nochebuena, un apagón repentino detona mucho más que la falta de luz: revela secretos, tensiones y verdades largamente ocultas. Así comienza «Se fue la luz en el pueblo», una obra que no solo retrata una noche particular, sino que se convierte en un espejo de las vivencias de muchas personas queer que han crecido en contextos conservadores.
La obra, dirigida por Luis Ceceña, nace del Segundo Laboratorio de Dramaturgia Colectiva LGBT+, un espacio de creación que reunió voces de distintas partes de México. Pero más allá de su origen colectivo, la historia está profundamente marcada por la experiencia personal del director: “¿Cómo podemos sentirnos libres en algunos lugares pero en otros ocultar ciertas partes de nosotres para pertenecer?”, se pregunta Ceceña, quien creció como un chico gay en Mexicali, Baja California.
Un dilema sobre el silencio y la revelación
Ese dilema, el de la pertenencia, el silencio y la revelación, atraviesa cada escena de la obra. En la oscuridad del apagón, los personajes se enfrentan a lo que no se dice, a lo que se oculta para sobrevivir en entornos donde lo diferente aún incomoda. La obra no busca dar respuestas, sino abrir espacios de reflexión y empatía.
El elenco, conformado por Mar Torrentera, Cynthia Torash y Cyntia Tenorio, también aporta desde sus propias trayectorias artísticas y personales. Torrentera, por ejemplo, ha explorado en su carrera temas de identidad y memoria, mientras que Tenorio ha trabajado en proyectos que abordan lo social desde una mirada crítica y comprometida.
Se fue la luz en el pueblo no es solo una obra de teatro: es un acto de resistencia luminosa. En un país donde aún persisten violencias y prejuicios hacia las personas LGBT+, esta puesta en escena ofrece un espacio seguro para hablar de lo que muchas veces se calla. Y lo hace con humor, con ternura y con una honestidad que conmueve.
La temporada se presenta en Teatro La Capilla todos los viernes a las 8:00 pm, del 20 de junio al 25 de julio.
Más que una función, es una invitación a mirar de frente esas partes de nosotres que, como la luz, a veces se apagan, pero nunca desaparecen.