Lo que pasó en la noche del “Día de Muertas” con Deetox no fue una polémica más, fue un terremoto emocional que dejó a medio fandom preguntándose dónde termina el reality y dónde empieza la responsabilidad colectiva. La velada, que prometía risas, salseo y recap en vivo de La Más Draga 7, terminó convertida en uno de esos momentos incómodos que sacan a relucir no solo los nervios de hierro de las reinas, sino también las fracturas de la audiencia cuando el glitter ya no alcanza para tapar el impacto.
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Porque sí: entre abucheos, gritos, confrontaciones y huevos (sí, huevos reales), Deetox Alanís quedó en el centro de una escena que rompió el pacto de ficción compartida. Lo que debía ser performance se convirtió en emocionalidad cruda, y lo que debía ser fandom se convirtió en furia. Y ahí, justo ahí, es donde esta nota empieza: en el espacio donde el drag deja de ser espectáculo y se convierte en espejo.
Cuando el conflicto del show se sale del guion
Que Nayla Downs era favorita del público es un hecho. Que Deetox era personaje central del drama, también. La tensión entre ambas fue combustible natural para la narrativa de la temporada. Nada nuevo. Pero lo que sí fue nuevo y peligroso es cómo parte del fandom trasladó esa narrativa al mundo real, creyendo que “vivir el drama” justificaba cruzar límites.
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El problema ya no fue lo que ocurrió en el escenario, sino la forma en que un sector del público decidió apropiarse de la narrativa para convertirla en arma. El drag siempre juega con el conflicto, pero jamás ha sido licencia para violentar a alguien que está, literal, trabajando.
El performance inesperado: cuando Deetox devolvió el reflejo
Y entonces, en medio del caos, Deetox respondió de la única manera que el drag sabe: con teatro. Con metáfora. Con exceso. Con una crítica performática que incomodó incluso a quienes estaban listos para aplaudirle o abuchearla.
Collares de perro para sus compañeras como comentario a los insultos del fandom. Huevos en la mano, invitando a quienes ya lo habían hecho anónimamente a repetirlo frente a ella. Y luego, la imagen que definió la noche:
Deetox estrellándose los huevos en la cara, sin filtro, sin miedo, sin explicación.
Fue un acto que dividió a la audiencia, sí. Pero también fue un gesto artístico que devolvió la violencia simbólica al origen: “esto es lo que me están aventando, esto es lo que ustedes están consumiendo”. En ese instante, el escenario no era un escenario: era un espejo que nos obligaba a vernos como comunidad.
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El fandom frente al espejo: cuando amar el drag no basta
Es importante decirlo sin rodeos: esta temporada, una parte de la dragversidad replicó la misma violencia que siempre ha dicho querer erradicar. No por maldad, sino por falta de reflexión. Porque es fácil olvidar que detrás del brillo hay personas de carne y hueso. Porque, sin darnos cuenta, normalizamos el odio bajo la etiqueta de “opinión” o “humor”.
El conflicto es parte del drag. La rivalidad también. Pero la humillación y el ataque deliberado nunca lo han sido.
El fandom necesita (necesitamos) reaprender la diferencia entre criticar y lastimar, entre opinar y dehumanizar, entre jugar al shade y encender una turba. Si el drag es arte que libera, no podemos permitir que la audiencia lo convierta en arma que hiere.
Y ahora, Dragversidad… ¿Qué aprendemos?
Podemos defender a Nayla sin crucificar a Deetox.
Podemos analizar el show sin convertir a las reinas en villanas de nuestra telenovela interna.
Podemos sentir enojo, decepción o desacuerdo sin traducirlo en agresión.
Porque un fandom no se mide por cuánta pasión genera, sino por cómo sostiene a quienes participan del arte que ama.