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En estos tiempos de crisis, la resistencia viene vestida de lentejuelas para enfrentar al odio con arte y valentía. En un mundo donde una ultraderecha avanza con una ferocidad alarmante, el drag no solo está siendo amenazado y atacado, sino que están liderando la resistencia en tacones.

Acabando con colores los discursos de odio


El resurgimiento de discursos de odio, impulsados por líderes como Trump, ha traído una ola de políticas que buscan erradicar la visibilidad y los derechos que minorías como la comunidad LGBT+ hemos conquistado. En Estados Unidos, algunos estados han impulsado leyes que criminalizan los espectáculos drag en espacios públicos, argumentando que su arte es una “amenaza” para la infancia. Bajo esta narrativa falsa, se han prohibido shows en bares y eventos familiares; se han cerrado espacios seguros y, lo más peligroso, se ha alentado una cultura de odio que ha envalentonado a agresiones y atentados contra locales queer.


Lo que no han entendido es que, una y otra vez, cuando el mundo se vuelve más oscuro, nuestras luces se encienden más brillantes. Esta no es la primera vez que personas queer lideran la lucha: lo hicieron en Stonewall en 1969, cuando Marsha P. Johnson enfrentó a la policía y desató el movimiento moderno por los derechos LGBT+. Y lo hacen ahora en protestas, en lecturas de cuentos infantiles, desafiando la censura y en el simple acto de existir con orgullo en un mundo que pretende borrarlas.


Lamentablemente, el peligro no se detiene en Estados Unidos.

Esta ola de odio y su retórica ha cruzado fronteras, fortaleciendo a grupos de extrema derecha en América Latina. En países como Brasil o Argentina estos discursos han ido en aumento, impulsados por gobiernos que utilizan la religión y la moral como excusa para la censura. Hasta hace poco Jair Bolsonaro en Brasil y ahora Milei en Argentina han replicado el modelo: desfinanciar políticas de diversidad, permitir discursos violentos y fomentar la discriminación.


Para la comunidad LGBT+ en América Latina, las consecuencias son alarmantes. Ataques contra personas queer, la eliminación de contenido LGBT+ y el acoso a artistas disidentes no son incidentes aislados, sino parte de una problemática mayor para eliminar la expresión de diversidad. Estas políticas representan un peligro real, en una región, donde el machismo y la homofobia han costado la vida de miles de personas.

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El drag es lucha y resistencia


Sin embargo, en medio de esta tormenta, nuestras hermanas drags continúan resistiendo. Su arte es más que entretenimiento: es una declaración política. Cada show es un escudo contra el odio, cada peluca un acto de desafío y cada maquillaje un grito de libertad.


Porque la historia nos ha demostrado algo: Intentarán borrar nuestra existencia, pero no podrán contra una comunidad que se niega a ser invisible. Y mientras haya drags sobre un escenario, el futuro seguirá siendo de colores.


Que tiemblen los intolerantes, porque la resistencia lleva tacones

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