Mientras el universo drag sigue orbitando alrededor de las estrellas que brillan con glitter y pelucas monumentales, King of Drag aterriza como un meteorito de justicia histórica. El nuevo reality de competencia que se estrena este 22 de junio en la plataforma LGBTQ+ Revry, con el respaldo de elf cosmetics, no solo pone en juego una corona, sino que sacude los cimientos de un formato que, hasta ahora, ha favorecido la realeza femenina. Por primera vez en la televisión, los drag kings son los protagonistas absolutos.
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Una producción con rostro y colmillo
La serie es conducida por Murray Hill, una leyenda del cabaret queer neoyorquino y actor de Somebody Somewhere, quien no solo da rostro a la conducción también representa una generación que ha hecho del drag masculino un acto de resistencia. En palabras del propio Hill: “Empecé a actuar en 1995, así que ya era hora de que los reyes tomaran el protagonismo”. Y vaya que lo hacen. A lo largo de diez capítulos, diez reyes competirán no solo por el título de “King of Drag”, sino por el reconocimiento de una forma de arte que ha sido sistemáticamente ignorada por los grandes reflectores mediáticos.
En el tráiler la propuesta se presenta como un híbrido entre el talento performático, el activismo y la cultura ballroom, pero con una sensibilidad masculina que se desliza entre lo trans masc, lo no binario, lo cis y lo queer, rompiendo toda noción monolítica de lo masculino.
En lugar de un panel de jueces reducido al juicio del mainstream, King of Drag reúne voces potentes del espectro LGBTQ+ como Sasha Velour, Gottmik, Tenderoni, Wang Newton y Damian Pelliccione. A esto se suman jueces invitados como Lisa Rinna, Cole Escola, Carmen Carrera, Kylie Sonique Love y Landon Cider, este último, el único drag king que ha ganado una competencia televisiva (Dragula).
Un formato conocido, pero un enfoque inédito
¿La fórmula? Conocida: retos semanales, performance, lipsyncs, eliminaciones, drama y confesionales. Pero King of Drag no pretende reinventar la rueda, sino redirigir el volante. El truco está en el enfoque. Aquí, los retos no solo buscan espectáculo, sino reivindicación: ¿cómo se construye lo masculino desde el drag? ¿Cuánto del machismo performático sigue presente incluso dentro del universo queer? ¿Cómo se hace política desde la broma, el baile y el bigote postizo? Lo masculino, en este espacio, no es una parodia burda ni una hipérbole de toxicidad, sino un terreno fértil para la exploración de género.
Los participantes, que provienen de distintas partes del mundo y contextos diversos, demuestran que el drag king es mucho más que un traje sastre o una ceja pintada de más. Son artistas completos que bailan, rapean, cantan, hacen stand-up y generan discursos desde sus cuerpos disidentes. El programa ofrece una mirada expansiva donde la diversidad no es un decorado, sino el núcleo del show.
Una deuda que empieza a saldarse
El mayor logro de King of Drag no está en su presupuesto ni en su fama potencial, sino en su existencia misma. En un ecosistema saturado de concursos drag donde las reinas han dominado el relato, este proyecto abre un espacio largamente postergado para quienes también merecen brillar. Que la comunidad drag king haya vivido a la sombra no significa que no haya estado aquí todo este tiempo; simplemente, los reflectores estaban mal colocados.